miércoles, 15 de octubre de 2008

[2007] "MARTA Y LOS ÁNGELES MILAGROSOS"



Marta Pérez Martín murió de cáncer a los 32 años, en enero de 2006. Al poco tiempo, su padre - José María Pérez "Peridis" - recogió su vida de los fragmentos que Marta fue dejando sobre todo en correos de internet y que cuajaron en el libro "Una piedra roja, una piedra azul, una piedra amarilla". Para ella es mi homenaje.









"LA LUZ DE MARTA"
La tarde de septiembre trae ya claridad nueva. Desde la alta buharda de claraboyas abiertas, alguien alza la mirada del Libro de Marta, y la mirada se enrama y se eleva a una paz de lejanías azules.
Allá en el horizonte, cimero y galaico el sol se rinde en jirones rojos y recorta los picos infranqueables del Espigüete, del Curavacas (¡Ay, Marta, que no pararías de andar los montes si no se acabaran nunca!).
Más cerca, como sobre los tejados, la última hora blanca platea de perfil la casa con un codo en el risco, el sotillo ajardinado, las caleras ahora sofocadas. (¡Cuánto iluminabas todos estos mundos pequeños!).
El último destello de día toca también el Convento Caído y Levantado por aquellas manos que quieren reconstruir de nuevo piedra a piedra, página a página, el Monasterio sin monjes, el Libro de Marta…
Cuando alguien lee y relee esta historia de la felicidad, siente hondamente su prosa en flor, prosa de clara niña, de muchacha ofrecida en palabras rectas, de mujer dentro de un alma. Por eso son páginas que impregnan al lector, le cambian su visión del mundo y le invitan al gozoso instante. Pueden ser sus tonos rojos, azules o amarillos, pero son siempre palabras blancas, muy blancas.
Alguien presiente el crepúsculo y sabe que donde mejor se escucha la fuga del día es en el Monasterio. Hasta allí se acerca con su libro junto al pecho, como un mostense que abraza su breviario esperando una epifanía.
El Monasterio tiene el rumor de su álamo, el murmullo de su arroyo (“Aguilar es el sonido del arroyo”, dices tú) y el silencio vibratorio de su interior. Todos ellos compañeros de las edades de Marta. Todavía alientan con su pulso cuando se anuncian invisibles sus pasos. Comparten un secreto.
Dentro del recinto, en el claustro alto, parecen oírse risas joviales. ¿Quién acompaña a Marta? Grave y profundo, Santiago señala un capitel. Ursi calla, entre burlón y atento. Aquí tienes que ocuparte en algo o tu padre nos regañará, dicen. ¿No vas a aprender nada? ¿No quieres ser nada?, dicen.
Quiero ser luz, revela ella su secreto. Luz dulce de Marta, piensa el paseante mientras regresa.

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